A lo largo de su historia, toda la comida sufrió de cambios y transformaciones. La historia de los platos típicos que más apreciamos se mueve junto al hombre. A través de nuestros cambios culturales, viajes migratorios y movimientos sociales, podemos construir historias culinarias ricas en tradiciones y contaminaciones entre pueblos que nos permiten reconocernos incluso en los lugares más lejanos.
Augustea Ibérica cree en la difusión del “saper-fare” italiano y pretende llevar la excelencia del Bel Paese a territorio español y europeo. A través de la deliciosa historia de uno de los postres más famosos de Italia, el helado, y de la fuerza de los movimientos migratorios italianos hacia Argentina, donde las típicas empanadas recuerdan al pan de toda Italia, afloran los valores de la tradición italiana y la fuerza del pueblo para adaptarse y renovarse.
En la frontera entre la leyenda y la realidad, la del helado es una historia totalmente italiana. Las primeras leyendas sobre el origen del helado hablan de su antepasado ya en la Biblia. En un pasaje del Texto Sagrado, de hecho, se dice que Isaac solía ofrecer a su padre Abraham una bebida helada con leche de cabra y nieve para ayudarle a combatir el calor.
Muchas referencias históricas proceden también de fuentes romanas, que describen cómo los antiguos, en épocas de calor, tenían la costumbre de consumir nieve o hielo mezclado con fruta y miel para refrescarse.
En cuanto a la historia del helado tradicional italiano, comienza en Sicilia. Ya en el siglo XII se sabía que las bebidas elaboradas con azúcar de caña y fruta se aromatizaban y refrescaban con nieve del Etna.
Sin embargo, no fue hasta el siglo XVI cuando este alimento se consolidó en la forma más parecida a la que conocemos hoy. Fue en la corte de los Medici, en la Florencia renacentista, donde se popularizó la primera forma auténtica de helado casero.
En 1565, el arquitecto Bernardo Buontalenti creó sus deliciosos sorbetes/helados, para cuya elaboración utilizó muchos de los ingredientes que se siguen empleando hoy en día: leche, nata, nieve, sal, clara de huevo, limón y azúcar.
También desde Sicilia, en el siglo XVII, llegó el siguiente punto de inflexión en la historia del helado. Gracias al palermitano Francesco Procope dei Coltelli, que heredó de su abuelo una máquina para hacer sorbetes. Procope, tras patentar su receta, se trasladó a París, a la corte del Rey Sol, donde abrió el histórico Café Procope en 1686, dando a conocer el helado moderno en toda Francia y Europa.
Fue entonces, a finales del siglo XVIII, cuando Filippo Lenzi abrió la primera heladería en suelo americano, cuando comenzó la historia moderna y la difusión mundial de este mágico postre.
El movimiento y la capacidad de llevar consigo la propia cultura es lo que ha permitido al pueblo italiano llevar su comida, con toda la historia identitaria y la tradición ligada a ella, por todo el mundo.
Nos encontramos en el cambio de los siglos XIX y XX, cuando la primera oleada de emigrantes italianos parte hacia Sudamérica para llegar a Argentina.
Los italianos llegan a Sudamérica durante la formación de la Argentina moderna, que estaba en camino de convertirse en autónoma como otros estados nacionales latinoamericanos.
Llegan a una tierra rica en posibilidades. Empiezan como campesinos, trabajando la tierra, y luego entran en el comercio, la industria y muchos otros sectores, mezclando su italianidad con el tejido social de la cultura local.
La cultura italiana está fuertemente identificada con la comida. La tradición culinaria que traen los emigrantes italianos al extranjero absorbe e influye, aprende y se contagia a sí misma y al país de acogida. Esto también ocurre en Argentina. Como escribe Elizabeth Zanoni en su libro Migrant Marketplace: Food and Italians en North and South America, la importación de productos italianos a las Américas, y la propia producción de productos italianos, tiene un vínculo importante con la idea de identidad italiana fuera de Italia.
Los italianos ofrecen su tradición culinaria revisitada con productos locales, mezclados con alimentos importados, creando nuevas tradiciones en las que la contaminación cultural es evidente.
No es casualidad, de hecho, que muchos productos típicos italianos encuentren su contrapartida en los argentinos. Es el caso de las famosas empanadas, similares en forma y relleno a los típicos panzerotti italianos. Dos alimentos callejeros que identifican dos importantes culturas culinarias.
Además, la pasta, uno de los alimentos que más identifica la cultura de la península, tiene una terminología totalmente italiana en toda Argentina: los porteños comen raviolis, tortelinis y ñoquis.
Es evidente cómo los emigrantes han creado su propia comunidad dentro de otra cultura, dejando huellas imborrables en la sociedad de acogida. Las tradiciones culturales, sociales o culinarias nos identifican y tener la capacidad de difundirlas por el mundo es lo que nos permite crear historias de relaciones entre pueblos y culturas diferentes.
Augustea Ibérica cree en los valores de la tradición italiana y en el intercambio mutuo entre culturas. Venga a conocer la mágica historia del postre típico italiano por excelencia, el helado, junto con la historia de un pueblo que es capaz de llevar su cultura al mundo y reconocerse en los demás, como ocurre con una empanada.
Encontrará estos dos maravillosos productos en la feria de Alicante, del 29 de septiembre al 02 de octubre de 2023.
Dounia Boudiaf (Universidad de París)
Giulia Mazzariol (Universidad de Verona)
Jacopo Tavio (Universidad de Udine)
Estudiantes Erasmus + Traineeship en colaboración con Augustea Iberica.